Era agosto de 2002 en Guateque, Boyacá, cuando un domingo en la mañana, antes de salir a buscar los tamales del desayuno, por debajo de la puerta de la casa de mis abuelos maternos recibíamos una amenaza contra la vida de mi abuelito, en la que imponían restricciones a su libertad si no cumplía con lo que ellos establecían: lo habían declarado objetivó militar. Don Rubén era un hombre que trabajó como cajero del Banco Agrario toda la vida, era respetado por su comunidad, a la que sirvió con honestidad y, su mayor riqueza, fuimos nosotros, su familia. Él, como la gran mayoría de los hogares colombianos, soportaba la angustia de vivir secuestrados en su propia habitación a causa del terrorismo de los guerrilleros.
Desde mediados de los 80’s, la violencia y el terrorismo permeaban toda la estructura de nuestro país. Las vidas perdidas, los niveles de desempleo, la falta de oportunidades y el atrasado de la infraestructura pública que aún tenemos, es herencia del accionar de los grupos insurgentes y del narcotráfico.
Algo aprendimos durante esos años difíciles, sin seguridad es imposible salir adelante. No es cierto eso que aclaman los populistas, que tristemente repiten como loros nuestras generaciones más recientes: La seguridad solo sirve para ir las fincas “imaginarias” de los ciudadanos más pudientes.
Con el país en jaque, la institucionalidad del Estado pendiendo de un hilo, la Fuerza Pública mermada y desmotivada, era necesario la intervención de una visión de país que recogiera el clamor del pueblo, las necesidades de todos y las convirtiera en soluciones con resultados. Por los designios de Dios y de la Democracia libre, asume la Presidencia de la Republica Álvaro Uribe Vélez a quien tanto critican y odian por haber revitalizado la Patria que parecía perdida.
La seguridad democrática fue el vehículo que le permitió a nuestro país retomar las libertades que los terroristas nos estaban arrebatado. La Colombia conocida por los centenials, así como por todos nosotros, es posible defendiendo la institucionalidad, generando oportunidades laborales que se consiguen con un ambiente económico optimo donde la inversión es posible, esas tiendas donde hoy todos compramos, los restaurantes de moda son posibles gracias a la inversión extranjera que les da panoramas óptimos a las empresas, el fortalecimiento de los emprendimientos.
La reactivación de nuestro país, el desarrollo de este es posible porque el gran engranaje que somos todos trabaja con garantías, y el medio para lograrlo es la seguridad.
Hoy la falsa paz que muchos defendieron y otros criticamos por la que el Centro democrático fue tildado de guerrista, que no fue más que unas vacaciones pagadas con los impuestos de los colombianos a los terroristas estrato 6 y a gran parte de la oligarquía o los mejor llamados social bacanos colombianos, hoy con una oleada de violencia atroz entre grupos insurgentes en Arauca nos demuestra que lo único que han hecho estos bandidos es seguir fortaleciendo su gran fuente de financiación que es el terrorismo mientras se sigue derramando sangre de inocentes. No podemos permitirnos cederles ni medio centímetro a los delincuentes, que tengan siempre la certeza que somos un Estado Fuerte, con una institucionalidad inquebrantable, que protege y defiende la fuerza pública, y cuidara y portejera sin titubeos la vida de los colombianos. No más terroristas impunes legislando desde la casa de la democracia a cuenta de los tributos del pueblo, no mas derroche en nombre del acuerdo de la habana. Que no se nos olvide nunca lo grande que es la DEMOCRACIA.